Ser jefe es algo que mucha gente desea desde joven. Idealizamos la vida laboral y creemos que lo ideal es ser el que de las órdenes, lo visualizamos como una labor satisfactoria. Sin embargo, con el paso de los años y la experiencia laboral, al ver esa posibilidad más de cerca y en una edad más adulta la perspectiva cambia, pues nos damos cuenta que el éxito profesional no depende sólo de ello, y que conlleva muchas responsabilidades en las que no habíamos reparado.
La diferencia entre ser jefe y líder radica en parámetros muy identificables. Un líder busca intereses en común con sus trabajadores, realiza un cronograma de actividades en los cuales reparte las tareas por igual, valiéndose de las habilidades de cada persona, buscando una satisfacción laboral, para generar resultados óptimos en los cuales todos se vean beneficiados.
Un buen líder, probablemente, es quien trabaje más, pues tiene que organizar y medir las actividades de sus trabajadores, así como velar por sus intereses, en contraposición al jefe, quien se interesa más por los resultados que por la gente que trabaja en alcanzarlos.
Ser líder también conlleva más responsabilidad, pues es quien responde por el buen o mal trabajo que resulte de su equipo. Así mismo, se requiere de mayor y constante preparación, ya que además de motivar a sus trabajadores, también enseña. Cuando te cuestiones si estás frente a un jefe o un líder, pregúntate qué has aprendido de esa persona, cuánto ha aportado a tu desempeño laboral e incluso personal.
Y cuando seas tú quien se enfrente a ese reto, será conveniente que te replantees estos factores para no caer en el error constante de comportarte como un jefe y no como un líder.